El castigo de Marimar
Cierta vez, en la ciudad de Nordales, cuando los hombres convivían
con los dioses, una diosa de los mares llamada Marimar, hija predilecta de
Poseidón, quiso conocer la ciudad de los mortales porque su padre le prohibió
ir a la ciudad de los griegos.
Un día ella no aguantaba la curiosidad de cómo era la
ciudad. La diosa se transformó en una doncella hermosa que estaba vestida con
un vestido celeste de seda. Iba caminando por la ciudad cuando se tropezó y se
cayó en brazos de un joven guerrero griego llamado Áyax. Al admirar la belleza
de la doncella, ambos se enamoraron perdidamente.
—Perdona por mi torpeza —dijo Marimar,
nerviosa.
—No te disculpes, fue un accidente —dijo Áyax,
enamorado.
Marimar se retiró apurada porque debía volver a su pedestal,
en el Olimpo.
Al día siguiente, ella volvió a la ciudad encontrándose con
el mismo joven del día previo. El joven se acercó invitándola a pasear a las
playas de la ciudad de Nordales, al atardecer.
—¿Te gustaría conocer las playas de esta ciudad? —dijo
Áyax, animado.
—Quisiera conocer esas playas —dijo Marimar.
Y acordaron encontrarse al atardecer en las playas.
Al volver al Olimpo, el padre de la diosa la esperaba
enfadado porque había desobedecido sus órdenes de no salir del Olimpo. Su padre
la castigó encerrándola en una cueva subterránea que estaba vigilada por
sirenas. Su canto era irresistible.
—No saldrás por diez largos inviernos por desobedecerme
—dijo Poseidón, enojado.
Ante este castigo, Marimar se sentía muy apenada por
desobedecer a su padre, ya que era la hija predilecta de Poseidón, y triste por
no haber ido con su amado a las playas de Nordales.
Al paso de los días, semanas, meses, años, su amado Áyax había
muerto por sus penas, angustias y ausencia de ella por no haberse encontrado
con la doncella que amaba.
Al cumplir su castigo, las ninfas le informaron a Marimar que
su amado había muerto por su culpa. La diosa, al enterarse de esa tragedia, comenzó a suspirar en
las orillas del mar al atardecer creando el sonido del mar, que es el sonido de
sus penas.
Desde entonces, cuando estamos cerca del mar al atardecer y oímos
las olas del mar, aunque no lo sepamos este sonido proviene de las penas y
suspiros de la diosa Marimar al acordarse de su amado Áyax.
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