Amor color arco iris
Helio,
dios Sol, todos los días al irse la noche, salía a ver el mundo. Todo el
firmamento estaba a su vista y disposición, salvo una parte del norte, la cual
siempre era ocupada por Nubar (dios de las nubes). Helio nunca podía ver esas
zonas y al pedirle a Nubar permiso para contemplarlas, este siempre ponía una
excusa.
—¡Nubar! —gritó Helio para llamar su atención.
Nubar se dio vuelta y al divisar a su compañero gruñó.
—¿Qué quieres, Sol?
—Ja. Mi nombre es Helio… Quería preguntarte si me
dabas permiso para cruzar tu parte para ver tu lado del cielo. ¿Podrías hacerme
ese favor?
—Oh. Em… No. Lo siento, pero mis nubes están un poco
desordenadas y tengo mucho trabajo…
Adiós —dijo desapareciendo
rápidamente el nebuloso dios.
Helio, un poco disconforme, vio a lo lejos un hueco entre las
nubes y decidió colarse por allí. Al entrar vio todo más oscuro de lo común y
sintió una extraña sensación que nunca había experimentado: el frío. Al
caminar, sintió agua en su cálida piel, se dio vuelta y vio a la diosa de la
lluvia, Hidris.
—Hola —dijo ruborizada la diosa—. Lamento
haberte ¿mojado? Jajaja. Soy Hidris, diosa de la lluvia.
Helio, embobado ante la belleza de la diosa, tardó en reaccionar,
pero dijo:
—Oh…Eh… Hola. Soy Helio, dios Sol, y no, no te
preocupes. Estoy bien.
—¡Eres el dios del sol! Un gusto conocerte, nunca te
había visto por aquí… Tienes suerte de que Nubar no te haya visto. Se pone muy
celoso.
—Sí, me he dado cuenta. Tuve que escabullirme por un
hueco para entrar.
Y así se quedaron hablando por unas horas, hasta que Helio
vio que Nubar se acercaba y se despidió dejando una estela rojiza en las nubes.
Nubar, al ver a la diosa tan contenta y ese color rojizo, se dio cuenta del
pasaje del sol. El dios de las nubes, muy enojado, decidió ir en busca de Helio
para aclarar las cosas.
—Helio, ¿tú has cruzado mi sector?
—¡No! —respondió el dios muy nervioso. ¿Cómo
crees?
—Es que he visto una parte teñida de rojo y no hay
otra explicación… Te he dicho que no cruzaras mi parte por una razón y me gustaría
que la respetaras.
—Bueno, sí, te he mentido…. Es que me he enamorado de
Hidris —replicó el Sol.
Nubar, furioso, le prohibió al dios volver a acercarse al
páramo nebuloso y le advirtió que si volvía a acercarse a Hidris sería lo
último que haría.
La diosa de la lluvia escuchó la discusión y, escondida,
esperó a que Nubar se marchara para acercarse al Sol.
—¡Helio! ¡Yo también estoy enamorada de ti! —gritó
la diosa con todas sus fuerzas.
—¡Hidris! Te prometo que encontraré la forma para
volvernos a ver.
Hidris y Helio juntaron sus fuerzas formando un pasaje donde
irradiaban colores cálidos y fríos en representación de su amor, para que todos
lo supieran indirectamente. Y así fue que el sol y la lluvia se encontraron y
se encuentran cada vez que llueve formando un arco de colores, al que llamamos
arco iris.
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