miércoles, 8 de junio de 2016

1° año B - Escribimos un mito (segunda entrega)

A continuación pueden leer un mito sobre el origen del color blanco de la nieve, imaginado, escrito e ilustrado por Jazmín Achata, Ayelén Escobar y Agustina Fernández.

¡Felicitaciones al grupo por el trabajo y por haber ganado la votación en clase!




La hija de Amra

Hace mucho tiempo existió una chica que se llamaba Constanza, que tenía dieciséis años y el pelo blanco como la nieve. Siempre le preguntaban por qué lo tenía así, pero ella no lo sabía. Vivió toda su vida en un orfanato en Australia pensando que sus papás biológicos nunca la quisieron, pero no sabía que sus padres eran dioses.

Su padre era Amra, el dios de los mares, y su madre era Umir, la diosa del frío y el hielo. Amra, hace dieciséis años, llevó a su hija Constanza al mundo de los mortales ya que se desataba una guerra en el Olimpo, donde murió su madre. Constanza pensaba que era una chica normal, pero un día se dio cuenta de que tenía poderes. Fue justo ese día donde toda su vida cambió.

Estoy harta —dijo ella, llorando desconsoladamente.

¿Qué te pasa, mi niña? —dijo la directora, una señora de bastante edad que la cuidó desde que llegó al orfanato.

Me di cuenta de que nadie nunca me va a querer adoptar.

No digas eso.

Pero si nadie quiere —dijo ella.

Yo te quiero mucho, Costy, y si nadie te quiere yo voy a estar con vos siempre —dijo la directora abrazándola.

Cerca, Amra estaba vigilándola.

¿No creés que es tiempo de que sepa la verdad? —dijo un amigo de Amra.

Si fuera por mí, me la hubiera traído hace mucho.

¿Y por qué no lo hiciste? —preguntó su amigo de nuevo.

Por miedo, por miedo a que me odie por no ir a buscarla antes —dijo Amra, cayéndosele una lágrima.

¿Y si en verdad te quiere? —dijo el amigo.

Eso nadie lo sabe —respondió Amra.

No entiendo cómo no se da cuenta de que es una diosa —dijo el amigo.

Capaz porque está tan enfocada diciendo que nadie la quiere, que no se da cuenta de lo que pasa a su alrededor —dijo Amra medio triste—. Pero pronto la voy a ir a buscar.

¡Constanza! —gritó buscándola la directora.

¿Qué pasó? ¿Por qué gritan? Estaba durmiendo —dijo fastidiada.

Hay alguien que quiere hablar con vos—dijo la directora medio triste.

¿Conmigo? —preguntó ella sin entender.

Sí, andá rápido a mi oficina, que te están esperando ahí —dijo la directora y Constanza fue hacia allí.

Cuando Constanza entró a la oficina de la directora, se sintió medio nerviosa y empezó a buscar a quien la estaba buscando.

¿Usted quién es? —preguntó ella mientras se sentaba en una silla.

Soy Amra, tu papá —dijo él con los ojos llorosos.

¿Y qué querés? —preguntó seria.

¿Por qué me hablás así? —preguntó él, triste.

¿Y cómo querés que te hable? ¡Apareciste después de dieciséis años! Nunca estuviste para mí y ahora venís como si nada y ¿querés que te hable bien? ¿En serio? —dijo ella llorando.

Hija, perdón, sé que te abandoné pero fue por tu bien —dijo Amra.

Ja, ja, ja —rió irónicamente Constanza— ¿Por mi bien? O por el tuyo. ¿No querías que fuera un estorbo? —dijo, cayéndosele las lágrimas.

Dame dos minutos solamente y te voy a explicar por qué no hice nada para venir a buscarte —dijo él, llorando.

Te doy un minuto, me explicás y te vas —dijo ella.

Cuando naciste había una guerra en el lugar en el que vivimos y en esa guerra mataron a tu mamá. Tenía mucho miedo a que te hagan algo, y por eso te traje al mundo de los mortales.

¿Mundo de los mortales? —preguntó ella sin entender.

Nunca te diste cuenta, pero siempre te vigilé. Hace unas semanas, sé que te empezaste a sentir rara por tu pelo y tu piel tan pálida: se debe a que vos no pertenecés a acá. Yo soy el dios de los mares y tu madre era la diosa del hielo y el frío, y vos sos la diosa de la nieve, por eso necesitás tanto frío para vivir.

Por eso siempre soñaba con una mujer que controlaba el frío y el hielo —dijo ella, mirando a la nada.

Exacto, por eso, perdoname, hija. Te juro que si me das una oportunidad, no te vas a arrepentir —dijo Amra rogándole.

Sí, papá. Te perdono —dijo ella abrazándolo.

Te amo, hija.

Te amo, papá.

Y desde ese día se cree que cuando ella está triste, la nieve se vuelve como el color de su cabello. 

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