miércoles, 26 de octubre de 2016

4º BOD - Narración y focalización

A continuación van a leer una serie de fragmentos de textos literarios. Respondan y justifiquen para cada caso:
  1. ¿El narrador forma parte de la historia narrada?
  2. ¿Cuál es el grado de conocimiento del narrador sobre los personajes?
  3. ¿Desde qué punto de vista narra?
  4. A partir de lo contestado en las consignas (a), (b) y (c), indiquen qué tipo de narrador y qué tipo de focalización se presenta en cada uno de los fragmentos.  
Texto 1
No recuerdo por medio de qué sutilezas y sinrazones llegaron a convencernos de que robar era acción meritoria y bella; pero sí sé que de mutuo acuerdo resolvimos organizar un club de ladrones, del que por el momento solo nosotros éramos afiliados.
Roberto Arlt: El juguete rabioso

Texto 2
A Antoñito López le gustaban los juegos peligrosos: subir por la escalera de mano del tanque de agua, tirarse por el tragaluz del techo de la casa, encender papeles en la chimenea. Esos juegos lo entretuvieron hasta que descubrió la soga, la soga vieja que servía otrora para atar los baúles, para subir los baldes del fondo del aljibe y, en definitiva, para cualquier cosa; sí, los juegos lo entretuvieron hasta que la soga cayó en sus manos. Todo un año, de su vida de siete años, Antoñito había esperado que le dieran la soga; ahora podía hacer con ella lo que quisiera. Primeramente hizo una hamaca colgada de un árbol, después un arnés para el caballo, después una liana para bajar de los árboles, después un salvavidas, después una horca para los reos, después un pasamano, finalmente una serpiente. Tirándola con fuerza hacia delante, la soga se retorcía y se volvía con la cabeza hacia atrás, con ímpetu, como dispuesta a morder. A veces subía detrás de Toñito las escaleras, trepaba a los árboles, se acurrucaba en los bancos. Toñito siempre tenía cuidado de evitar que la soga lo tocara; era parte del juego. Yo lo vi llamar a la soga, como quien llama a un perro, y la soga se le acercaba, a regañadientes, al principio, luego, poco a poco, obedientemente.
Silvina Ocampo: “La soga”

Texto 3
Kurt giró un poco, despacio, y abarcó mejor a la tarda caravana de hormigas en su progreso. Caminaban... caminaban... Recordó que un día había ido con Silvano al taller de un sastre, en la Boca. El maestro le había regalado un traje demasiado amplio y quería hacérselo ajustar. Allí, ante el espejo de tres cuerpos, Kurt tuvo por primera vez una visión total de sí mismo; es decir que por primera vez se "conquistó" plenamente substituyendo el enfoque único que de nosotros mismos alcanzamos, por esa apreciación desde los ángulos más variados e inquietantes, que poseen los demás. Vio allí a una serie de intrusos irreconciliables que eran él mismo y que lo componían como se arma un extravagante rompecabezas: los intrusos, los carceleros a quienes las demás personas llamaban "Kurt" con monstruosa familiaridad, y algunos de los cuales había percibido, sin reconocerlos, en las fotografías que le sacó Pepe Farfán una mañana, porque entonces experimentó una sensación igual a la que sentía frente al espejo, sin resignarse a convenir en que los espejos y las fotografías, por absurdos, por disparatados que parezcan, no hacen más que atestiguar la verdad pura.
Manuel Mujica Láinez. Invitados en el Paraíso

Texto 4
Un chico de rasgos aindiados (hijo suyo, tal vez) entreabrió la puerta. Recabarren le preguntó con los ojos si había algún parroquiano. El chico, taciturno, le dijo por señas que no; el negro no contaba.
Jorge Luis Borges. “El  fin”

Texto 5
Ellos no tienen armas ni las conocen, porque les mostré espadas y las tomaban por el filo y se cortaban con ignorancia (…) Son de buena estatura de grandeza y buenos gestos, bien hechos. Yo vi algunos que tenían señales de heridas en sus cuerpos, y les hice señas qué era aquello, y ellos me mostraron cómo allí venía gente de otras islas que estaban cerca y les querían tomar y se defendían.
Cristóbal Colón. Diario del primer viaje

Texto 6
Estás a punto de empezar a leer la nueva novela de Italo Calvino, Si una noche de invierno un viajero. Relájate. Concéntrate. Aleja de ti cualquier otra idea. Deja que el mundo que te rodea se esfume en lo indistinto. La puerta es mejor cerrarla; al otro lado siempre está la televisión encendida. Dilo en seguida, a los demás: “¡No, no quiero ver la televisión!”. Alza la voz, si no te oyen: “¡Estoy leyendo! ¡No quiero que me molesten!”. Quizá no te han oído, con todo ese estruendo; dilo más fuerte, grita: “¡Estoy empezando a leer la nueva novela de Italo Calvino!” 

No hay comentarios:

Publicar un comentario